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ES PROPIO DE LA REGLA QUERER LA MUERTE DE LA EXCEPCIÓN (1)
(Comentarios sobre unas declaraciones de Antonio José Navarro)

Antes de aclarar algunos puntos tengo que matizar que no soy exactamente el director de Letras de cine como figura en la conversación que mantuve con Alex G. Calvo publicada en el número de mayo de Miradas.net, sino su codirector; acompaño a Daniel Vázquez Villamediana en los créditos de la revista y en las decisiones de la redacción que por lo demás siempre ha funcionado como una especie de democracia horizontal muy de grupo de amigos afinados.

Me conmueve que alguien de la intelligentsia del Dirigido por, Antonio José Navarro, despierte en forma de una especie de rabia, aunque sea contra mi después de leer dicha conversación (2). Durante muchos años han permanecido en la atalaya de única revista española disponible de “crítica seria” (demasiado seria, añadiría yo, el todo por la parte: solo hay que leer su marrullera entrada al trapo ante la menor incorrección política y su resistencia a asimilar las ironías que salpican mis declaraciones) y en este tiempo de intocables casi nadie ha puesto siquiera en duda sus costumbres. Así que cuando dejo entrever durante la charla transcrita mi desinterés por su publicación razonadamente y sin acudir a lo personal (3) —me pregunto dónde ha leído AJN los insultos, improperios y gritos que me atribuye—, reacciona (él sí) dirigiéndome una tanda de ellos fuera de tono y perdiendo los papeles (más bien parece furioso por circunstancias externas a mis declaraciones). Y lo hace en nombre de la entente incontestada que dos o tres personas han formado en esa revista durante los últimos años. Esa línea tan integrada en “la cultura” (luego vuelvo sobre este término) y fundada sobre descubrimientos arqueológicos de tercera (siendo generosos) ha contribuido en buena parte mediante sus tendencias cinéfilo-historicistas-literario-gótico-románticas (valiente mejunje) y su manía de aislar mayormente la historia del cine en países y géneros (en lugar de en tendencias y movimientos) a arrinconar a otra trinchera del Dirigido por que nunca acabó de formarse como tal y que aportaba más valentía y riesgo a la publicación, tanto en sus reivindicaciones de cineastas pretéritos como en las alusiones a los nuevos. Mediada la década de los 90 aquellos tres escritores (ni falta hace que los nombre, son muy conocidos) nos sacaban en cierto modo de viaje fuera de la España de la censura cultural (crónica) a la que estábamos sometidos en la era preinternet y abría la publicación un poco a la contestación y a la contemporaneidad de las revistas de cine más despiertas del mundo (en aquella época los Cahiers, Trafic, Film Comment, o las recién inauguradas pero fulgurantes francesas Cinéma, La Lettre du Cinéma y Vertigo; ahora hay aún más y la culpa de todas la tiene esa internet de la que AJN tanto desconfía) aportándonos una visión más global de la patria cinematográfica (existía algo más de lo que nos vendían en las salas) y haciéndonos valorar más críticamente lo que teníamos. Ellos acercaban al Dirigido por a algo que no fueran especiales del tipo la Hammer, los monstruos, el cine de aventuras por tierra mar y aire, las mejores películas del fantástico en Europa, Asia o EE. UU., nuevas visiones tras el sedoso peplum, o la definitiva (y enésima) absorción del western con spaghettiDossiers repetidos tropecientas veces con nombres diferentes. Ahora aquellos críticos participan en la revista con cuentagotas y se han exiliado a la total libertad de los suplementos culturales de algunos diarios, reductos cada vez más independientes de la resistencia (concepto clave sobre el que también volveré).

En nombre de Letras de cine y por comparación tampoco es que tenga yo mucho más que decir porque nuestra frecuencia de onda es diferente, de hecho nos movemos en otra dimensión del fenómeno cultura, al que nosotros miramos escépticos casi desde fuera.
Pero sí hay algo que me gustaría responder porque la alusión de AJN a nuestra autoridad para atribuirnos un tono u otro al escribir es muy significativa y sintomática en la España de la "titulitis" y del curriculum vitae por montera. En Letras de cine tenemos una media de edad de treinta años y nos permitimos hablar así de libremente en nombre de nuestra pasión y nuestro amateurismo que nos conservan la inquietud (y como dice un amigo, cuando alguno de ellos falte nos convertiremos la “Superpop” del cine de autor). Hay algo que no precisé en la entrevista de Miradas: no me considero exactamente un crítico y por lo que tengo conversado, puedo decir que la mayor parte de la redacción tampoco. Ninguno de los que formamos parte del proyecto hemos cobrado jamás por él y casi todos vivimos mes a mes de trabajos ajenos al cine y la cultura aunque poco a poco algunas instituciones de las que hemos mamado hayan mostrado interés por nuestra forma de ver las cosas confiándonos alguna tarea (el Cultura|s de La Vanguardia, el Festival de Gijón, o Archivos de la Filmoteca entre otras). Y personalmente, por mucho que haya emprendido una revista nunca he dejado de verme como un espectador, más o menos informado, pero siempre febril y algo visceral. Dirigido por no es intencional como el Letras, que en su escasa periodicidad trata de tomar partido editorial como puede ante un panorama mucho más real que el cercenado por ese matrix, “la cultura”. Nos gusta ver a la revista como un empeño de destierro in situ de esa cultura que nos sitia y de la que conviene desconfiar porque se identifica con el establishment. Godard la acorrala muy bien cuando la asimila con la difusión invitando a bloquearla mediante la resistencia. Los de mi pelaje tenemos la manía de citar a gente tipo Godard, Daney, Benjamin y Deleuze compulsivamente (somos la mar de predecibles). Así que Gilles Deleuze también opina aquí porque mi alusión a la resistencia me lleva a su vieja definición del concepto, que es el anhelo de las publicaciones y del arte que admiro, y por tanto también el nuestro. El filósofo nos anima a desafiar a las sociedades de control, que velan por nuestro bien dejándonos creer que somos libres en un entorno ancho que se nos brinda mediante la información, que es el brazo armado de la cultura oficial, su sistema de consignas. Y sigue: “la contra-información no se vuelve efectivamente eficaz más que cuando lo es por naturaleza (o se vuelve) acto de resistencia”. Las publicaciones más abiertas, los congresos más ricos, los museos más laberínticos y los festivales más sabios identifican al gran arte con esa idea, y como consecuencia se convierten ellos mismos en resistencia quijotesca al intentar difundirlo: y ese es nuestro empeño, mientras tanto seguiremos aprendiendo y mirando de reojo a la cultura que nos refrena.

Y en el fondo AJN tiene parte de razón al compararnos con curas (aunque lo diga despectivamente), ya que todos los que nos consideramos resistentes (en medios de expresión amenazados a perpetuidad con el cierre) intentamos jugar a profetas: equiparamos a menudo el gran arte con lo que no nos dejan (o nos cuesta trabajo) ver, lo anunciamos y proclamamos en un reto al elitismo puesto que tratamos de convertirlo en popular y masivo. Hablamos de esas obras cinematográficas con grandes titulares porque el venturoso y democrático eMule o la asistencia a algún festival nos ha permitido desvelar esas incógnitas antes opacas. Entonces uno suele ser testigo de una revelación. Y todavía quedan por descubrir las verdaderas joyas del cine inédito: no sólo del contemporáneo que se nos niega sino también esas miles de películas privadas de la Historia a las que tantas veces alude Nicole Brenez y que el matrimonio Gianikian & Ricchi Lucchi se esfuerza por desvelarnos en sus trabajos archivísticos: desde las familiares a aquellas de los campos de concentración (¿existirán?) pasando por producciones perdidas de grandes estudios que conocemos por los cronistas. Digo yo que habrá en todo ese espectro que esconde el tiempo motivos para curiosear lejos de la cerrazón en ese enfermizo círculo vicioso, ese eterno sota, caballo y rey, que nos proponen algunos en el seno de Dirigido por. O dicho de otro modo, que hay vida más allá del “canon Hammer – Corbucci”…

Y dicho esto agradecemos a Tren de sombras, ejemplar órgano de resistencia, que albergue este a modo de respuesta a Antonio José Navarro y seguimos. Nuestra costumbre ha sido siempre la de trabajar y luchar sin enzarzarnos con nadie, mediante la erosión, ensimismadamente y para otros ensimismados.

Tren de sombras Núm. 6, verano de 2006.
© Alvaro Arroba y trendesombras.com

(1) Lo dice Jean-Luc Godard en JLG/JLG.

(2) AJN contesta en el número de junio de Miradas.net. Por supuesto mezclando todo lo que le suena a autoritis pedante en una especie de pack maligno de la conjura judeo-masónica cinéfila… Apuesto a que jamás ha abierto una página de nuestra revista pues nos cree obsesionados por el cine iraní actual (que nos interesa tanto o tan poco como el de cualquier otro país). Me apresuro a aclararle que de Irán sólo es Abbas Kiarostami el que nos arrebata (el resto del cine persa contemporáneo es bastante ramplón, cuando no tramposón y empachado de lirismo exotista salvo muy contadas excepciones), de hecho algunos le llamamos el mayor cineasta aparecido en el mundo en los últimos treinta y cinco años. Pero es que luego AJN nos identifica con defensores del “cine de mensaje” o social (lo detestamos, salvo cuando funciona de “monumento” que diría Santos Zunzunegui -Straub, Fassbinder, Kaurismäki, Godard, los Dardenne-), nos confunde con valedores de la moda documental cuando llevamos algunos números atentos a esa veta pero también poniéndole reparos y matices, proponiendo “nuevos narradores” de ficción ya sean abstractos o concretos (entre ellos Shyamalan, Denis, Desplechin, K. Kurosawa, Nobuhiro, Van Sant, Urbizu o Weerasethakul). 

(3) Salvo en el caso de los plumas y cronistas “grandes y poderosos” de los diarios principales a quienes sí nombré, los más influyentes y peligrosos, y por tanto la raíz de la que nace el desaguisado cinematográfico español, no sólo en el terreno de la distribución cinematográfica, sino también (y por consiguiente) en el erial de nuestros directores (con estandartes oficiales como León de Aranoa, Coixet y Amenábar). Basta comprobar las críticas y crónicas cannoises de Honor de cavallería en la prensa nacional… Sin embargo nosotros proclamamos en la portada de “Letras de cine”: “Honor de cavallería: El cine español renace en la Cataluña profunda”, y creemos que con razón. (Otro titular triunfante barajado ha sido: “Honor de cavallería: ¡al fin!”)