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Cada vez hay más festivales de cine en el mundo, ¿será que hay más películas? No se puede negar que el advenimiento de las nuevas tecnologías ha generando una proliferación de imágenes como nunca antes. Y no solo de imágenes, también  de espectadores. Por ejemplo, cerca de la finalización de la 21 edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, la cifra de espectadores era de 120 000.

¿Se imaginará Hong Sang-Soo que un lunes a la noche la sala donde proyectaban A tale of cinema (2005) estaba agotada?

A primera vista pareciera que como se democratizó el hecho de hacer películas, también se democratizó, de un lado y del otro, la posibilidad de ir a festivales de cine… Aunque vayamos a la crónica. Mar del Plata no es un festival ni como el de Rotterdam, ni como el de Buenos Aires y no tiene por qué serlo. Tampoco aspira a ser Cannes, ni San Sebastián. En todo caso quiere ser uno de los enclaves más importantes para América Latina.

Desde ese presupuesto este festival va conformando poco a poco su identidad. En este sentido es que intenta posicionarse con el Mercado del Film del MERCOSUR: un espacio dentro del evento donde se puede comercializar con las películas el cual este año incrementó su cantidad de asistentes a tal punto que se especula con que el año próximo va a tener que mover su enclave originario del Hotel Hermitage hacia otro lugar.

Por otro lado, en Mar del Plata la programación fue siempre ecléctica y este año no se modificó esa premisa. De acuerdo con el director de la muestra, el también realizador Miguel Pereira: “Yo no tengo un grupo cautivo de cinéfilos, entonces tengo que tener una oferta amplia para todo ese tipo de público, pero a la vez tengo la obligación de irlo educando en otras cosas”.

En el 2006 circularon por las pantallas realizadores como Michael Haneke, Werner Herzog o Philipe Garrel, pero también participaron y dieron conferencias Abel Ferrara (quien por dos horas cautivó a los asistentes) Krzysztof Zanussi, Radaman Suleman y Michael Winterbottom. Y en las distintas secciones se pudo ver parte de lo que se produce en América Latina —y no solo lo que ya ha sido legitimado por otros festivales internacionales tal cual Madeinusa (2005, Claudia Llosa) o Play (2004, Alicia Scherson) sino otras producciones como el documental de Patricio Guzmán sobre Salvador Allende—, una lograda muestra de cine documental, la siempre interesante oferta de películas de países distantes de Hollywood además de cortometrajes y rarezas como la primera road movie argentina.

 

Experimentación

Este año también creció la exhibición de films, llamémosle, experimentales. Por dar un puñado de ejemplos, Black Sun (2005) de Gary Tarn, Ox Hide (2004) de Liu Jia Yin y Ten skies (2004) de James Benning pueden ser vistos como una muestra de un tipo de cine hecho en casa.

Black Sun se basa en el libro de Hugues de Montalembert: una suerte de diario íntimo de todo lo que éste tuvo que aprender luego de perder trágicamente la vista en un asalto en la ciudad de Nueva York. La película toma ese relato y nos conduce, a través de una voz off, por distintos lugares.

Black Sun

Gary me comentó: “La voz está construida por una serie de entrevistas con Hugues tal cual nosotros estamos haciendo ahora. Después tomé esas entrevistas, las llevé al estudio y las edité tratando de crear una historia y un ritmo. Yo quería crear una suerte de narrativa hablada del film, ese fue el comienzo”.

“Con respecto a las imágenes (los planos) mientras yo hacía las entrevistas filmé unas imágenes, pero no tenía una idea clara. Por eso quería primero ordenar la voz y luego ir a filmar las imágenes, pero estaba realmente apurado por usar mi cámara. Entonces fui a filmar cuando ya conocía el sentimiento de la película. Aunque después usé imágenes que ya tenía, usé todo lo que tenía en mi estudio”.

La película de Liu Jia, por el contrario, no tiene un trabajo con la forma tan intenso. Más bien, es un día a día de una familia y fue íntegramente filmada en video. Lo que crece avanzando la proyección es el sentimiento de aislamiento e incomunicación con el mundo de este grupo de personas que nos hace sospechar que la globalización podría ser otra ficción.

¿Qué decir de Ten skies? En principio que podría ser la compañera de Five (2004) de Abbas Kiarostami, pero x 2. Es que, y de allí su nombre, la película son 10 planos, de 10 minutos cada uno de 10 cielos filmados en 16 mm. Como ocurre con este tipo de propuestas lo que termina siendo un espectáculo son las reacciones de los distintos espectadores y las conexiones que cada uno crea cuando se enfrenta a este tipo de obra. Ya lo dijo Raúl Ruiz: El verdadero cine es aquel que no le indica al que mira lo que tiene que mirar.

 

Apichatpong Weerasethakul

Y si hablamos de libertad de la mirada no podemos dejar de mencionar al mediometraje de Joe: Wordly Desires que parece una especie de epílogo de sus trabajos anteriores. Es más, de acuerdo con los títulos finales el film intenta ser la "memoria de la jungla del 2001 al 2005", período en el cual Joe realizó Blissfully Yours y Tropical Malady.

Como en aquellas, el entorno de Wordly Desires es la jungla. Como en aquellas, el diálogo con la pintura —sobre todo con dos de los más radicales impresionistas: Manet y Rousseau—, la fotografía, el cine mudo y las nuevas tecnologías crea un entretejido en el que se desdibujan los límites entre la ficción y el documental, lo real y lo surreal, lo tangible y lo fantasmático. Incluso aquí hay momentos donde las fronteras entre la toma y el plano también se confunden.

wordly desires

En este último sentido es que la película alimenta con delicadeza ese género en sí mismo que es el "cine dentro del cine" al mostrar el making off de la filmación de un aparente musical. Aunque a diferencia de otros films en la materia aquí las distintas tomas del tema que se está filmando se intercalan con tomas / planos de la caminata por la selva de la pareja protagonista del film o —al igual que en las otras películas de Joe— los paseos en moto.

Es que los medios de transporte, sobre ruedas o rieles, en automóviles, motocicletas o trenes tienen un fuerte protagonismo en las películas de este tailandés. Sino recordemos que Mysterious Object at noon (2000), su primer largometraje, era prácticamente un paseo en moto por las calles de Bangkok y que en la primera parte de Tropical Malady las motos y las camionetas también tenían su papel.

Admirador de la obra de Tsai Ming-liang y Béla Tarr porque en “sus películas se materializa el tiempo”, Joe cree en los espíritus. Y podemos pensar que esa creencia sobrevuela Wordly Desires a través de los inusuales puntos de vista o algunos carteles que refieren a ciertas leyendas. Pero la presencia de la cultura masiva también emerge en un gracioso diálogo cerca del final.

 

Competencia Oficial

En general, la Competencia Oficial estuvo a la altura de las circunstancias. Por distintas razones no voy a detenerme aquí en las películas argentinas, pero sí quiero destacar a las películas Cine, aspirinas y buitres (2005) de Marcelo Gomes, la australiana Look both ways (2005) de Sarah Watty y Alice (2004) de Marco Martins.

Cine, aspirinas y buitres se inscribe en la línea de Madame Satá y no solo porque su realizador figura en los créditos de la primera sino porque aborda uno de los temas centrales de la cinematografía brasileña más interesante: la relación con ‘lo otro’. A primera vista aquí lo extraño sería el alemán que va a vender aspirinas al norte de Brasil. Sin embargo, avanzada la proyección, ‘lo extraño’ muta hacia el personaje del mediador: esa figura entre dos lugares aquí representada por el compañero de viaje del extranjero.

Al igual que en la maravillosa película de Karim Ainouz uno de los aspectos más fascinantes de Cine, aspirinas y buitres es la relación con lo ‘que viene de afuera’ y lo ‘que pasa adentro’. Esos matices —aparte de una puesta en escena austera que se cuida de evitar la toma turística de la región del Certao: una zona mítica para la cinematografía del Brasil— construyen una road movie minimalista de contrastes insospechados.

Incluso por momentos el personaje del mediador recuerda a una figura radical dentro de la cultura australiana: el rastreador (trucker). Y a pesar de que las connotaciones éticas de esta última entidad sean más complicadas de pensar, el hecho de que el mediador de Cine… se mueva entre dos mundos los acerca.

La película australiana Look both ways, sin embargo,no tiene ninguna relación con esa problemática. Mejor, es un drama urbano que habla de los encuentros y desencuentros en el mundo contemporáneo. Aunque por momentos está más cerca de un tele-film que de una verdadera puesta en escena cinematográfica, la película se destaca pues elije una mirada alejada de todo cinismo para interpretar las adversidades y el comportamiento de sus personajes.

¿Qué decir de Alice? En principio, que en épocas del reinado del audiovisual es la ópera prima de un director de cine con todas las letras. Con otras palabras, es el filme de alguien que puede establecer una relación de traducción entre el cerebro, el cuerpo y la imagen movimiento y el sonido.

Atravesada por la obra de Antonioni —fundamentalmente en la modalización de los cambios temporales— y Atom Egoyan —sobre todo por Exótica (1994) tanto en lo que refiere a la historia como a la preocupación por la representación— Alice trata de un hombre quien tras la desaparición de su hija crea un sistema que lo salva de no caer en el vacío existencial en que sí cae su esposa. Mario (sorprendente Nuno Lopes) ubica cámaras en distintos lugares de la ciudad de Lisboa (y note la mirada que ésta no tiene nada que ver con la de Wenders) para tratar de encontrarla.

Alice

Una maravillosa conciencia del encuadre, de los distintos planos que se pueden formar hasta el fin de la profundidad de campo por la incidencia de la luz y una perfecta sincronización de las posibilidades del sonido (la banda está llena de pequeños detalles como tic tacs de un reloj en alusión a la trascendencia que puede cobrar el paso del tiempo en ciertas circunstancias) hacen de esta ópera prima una obra completamente acabada.

El paso del tiempo, las transformaciones de los cuerpos (una escena en la piscina sorprende por las variaciones de la piel de los nadadores), la angustia y la soledad en el mundo contemporáneo, todos juntos estos temas descubren a Marco Martins como un auténtico cineasta.

Tren de sombras Núm. 6, verano de 2006.
© Lorena Cancela y trendesombras.com